SOLDADAS DE NAVIDAD
En una esquina el arbolito titila su decadencia. Este año la decoración sobrecargada de brillos supera los límites de lo berreta. Aún hay sol y la abuela ya puso el mantel que carga con manchas históricas de vino que le ganan al motivo navideño, lo acomodó escondiendo la punta del agujero. Un buen mantel hubiera sido un buen regalo pienso, pero luego recuerdo que en esta casa no se estrena nada. Aquí los trastos viejos reinan y condenan a los nuevos a vivir en los cajones de los muebles custodiados desde los estantes por una muralla de souvenirs descoloridos y deformes de bautismos, comuniones, casamientos, cumpleaños de parientxs cercanxs y lejanxs.
Desde temprano el abuelo se acomoda en la cabecera de la mesa. Durante toda la noche sujetará el control remoto por temor a que alguien se lo arrebate y pretenda apagar el televisor. Nos torturará con Crónica TV y sus conciertos. Habrá que ver si este año volveremos a escuchar el de Los Palmeras o La Mosca.
Él no se inmutará frente a los movimientos de los platos, vasos, cubiertos, fuentes que estarán a cargo de las mujeres-soldadas. El resto del clan masculino se le unirá convirtiéndose en obstáculos a sortear en las distintas expediciones que cargarán con vitel toné, huevos rellenos, pollo, ensalada, bebidas, postre, pan dulce.
Nunca me decido qué rol ocupar en este espectáculo. Si calzarme el delantal y ser parte del ejército femenino que cocina, sirve, levanta, lava o sentarme del lado de los agasajados con las piernas abiertas, espalda en el respaldo y alguna bebida espirituosa en mano. Este año para mi sorpresa decido ser parte del bando de lxs niñxs, quizás hasta llore si el regalo que abra después de las 12 no es el esperado.
En la tele las propagandas me prometen una cena con una hermosa familia, sentadxs todxs alrededor de la mesa, charlando y riendo. Un mundo familiar donde no existe el conflicto y el mantecol o la gaseosa coronan la felicidad. Pero el “bombón asesino” suena después de la tanda y me recuerda que en esta familia estamos lejos de la sintonía de la pegajosa “jingle bells”.
Esta vez los astros se alinean y llegamos todxs a una hora decente. Eso significa que no cenaremos por tandas. La mesa se puebla de parientes. Sobre algo tendremos que hablar-gritar compitiendo con “es lo que quiere la chola” que suena a un volumen inaguantable. Cualquier tópico puede ser motivo de acaloradas discusiones, pero por alguna tangente llegamos al tema del aborto y todxs estamos de acuerdo. Una nueva sorpresa de la noche.
La cuenta regresiva apura a las soldadas a ir y venir. 3, 2, 1 . Las copas se chocan en un centro imaginario. Luego giramos como una calesita brindando de a dos, chin chin, beso y abrazo según quien sea, hasta que ya no sabemos quien brindó con quien.
Es la hora de los regalos y con la excusa de salir a fumar salgo de la casa sin despedirme. Al otra lado de la ciudad me espera mi familia sustituta de la amistad.
Foto «This era sucks» : Anne Taintor
https://annetaintor.com/