Vladimir Nabokov es una figura particular en la literatura del siglo xx. Nacido en Rusia, perteneciente a una familia aristocrática que hacia 1919 se exilia unos diez años en Berlin, previo paso por París, se hace ciudadano estadounidense en 1945.

Su novela Lolita, de 1955, acaso una muestra de la sociedad norteamericana, o de su impacto en la cabeza de un extranjero, lo estampa en las páginas de la gran literatura del siglo pasado. Sólo Humbert – Humbert y su extraño antagonista ven una ninfa eróticamente sublime; a nosotros se nos muestra a Dolores Haze, una adolescente norteamericana que masca chicle, hace globo y lo explota. De ese choque resulta el elemento tragicómico presente también en otras obras del autor.

El príncipe del imaginado Reino de Zembla, perseguido por una temible organización antirrealista que acaba de destronarlo, se refugia en los Estados Unidos, donde tiene de vecino a un reputado poeta del país en edad jubilatoria. Tanto la relación cotidiana con la familia del poeta, como la inminente llegada del verdugo están narradas en lo que serían las notas a un poema póstumo. Ambos nudos del argumento son ajenos entre sí, y hay algo de Hamlet en ese príncipe expatriado en medio del ámbito burgués norteamericano de mediados del siglo xx. El efecto es una carcajada sublime, producto de la colisión entre dos mundos. De esto va «Pálido Fuego», publicada en 1962.

Nabokov fué además entomólogo.
El género de las mariposas nabokovia lleva ese nombre en su honor.